Eternidad

¿Qué pasó? No lo sé. Pero de que algo cambió, cambió. Y lo agradezco un montón. Amo el Transantiago, los tacos, cualquier cosa que haga más largo ese viaje increíble, ese vuelo "al infinito y más allá" que despego en tu boca, con ese sabor novedoso, mezcla del aleteo de las mariposas que nacen en mi estómago y lo prohibido del contrato de silencio y discreción que rompemos descaradamente. Y me encanta. Y quiero vivir cada día de mi vida así. Volando sin necesidad de algún tabaco extraño o ilegal. Sin comprar pasajes, sin turbulencias, sin nada más que tu aliento y tus brazos actuando como una muralla entre el mundo real y nuestro mundo, como una escalera que me ayuda a llegar una vez a la nube que creía perdida, pero que está más presente que nunca. Y no me importa esperar, no me importa simular que no eres la razón de mi existir, ocultar nuestros planes de un futuro juntos de 8.30 a 6.30 con tal de que la recompensa diaria se encuentre a un par de cuadras, donde la oscuridad y el anonimato nos hace más cómplices que nunca. No me importa nada, cualquier sacrificio es poco, con tal de pasar una hora en nuestra nube, sin tener que bajar.